Columna de opinión | Por Guillermo Carabias
A menos de tres meses de las elecciones de octubre, la Argentina se encuentra en una encrucijada política que nadie imaginaba hace apenas dos años. El gobierno de Javier Milei con su impronta libertaria, disruptiva y confrontativa llega a este nuevo test electoral con altos niveles de exposición y una gestión que, pese a su discurso de motosierra, sigue generando apoyos en sectores de la sociedad cansados del «status quo».
La Libertad Avanza apuesta a transformar esa bronca social en respaldo político en todo el país. Con una economía todavía golpeada, pero con cierta mejora en indicadores macro, Milei busca consolidar su proyecto más allá del vértice presidencial. Las elecciones legislativas de octubre serán clave: el oficialismo necesita ampliar su base en el Congreso para avanzar con reformas estructurales que, hasta ahora, naufragan entre negociaciones y tensiones.
Sin embargo, el verdadero dato político de este año es el reordenamiento del peronismo. Tras la derrota de 2023 y la desorientación inicial, distintos sectores comenzaron a reagruparse con una lógica más federal, más austera y menos verticalista. Gobernadores, intendentes y referentes sindicales buscan reconstruir desde el territorio, lejos de los nombres que perdieron legitimidad. No hay un liderazgo claro, pero sí una narrativa que empieza a emerger: la de un peronismo que reconoce errores, pero también reivindica su capacidad de gobernar.
Mientras tanto, las otras fuerzas, desdibujadas y muy fragmentadas, atraviesan una crisis de identidad profunda. Algunos de sus dirigentes se acercaron al oficialismo; otros buscan rearmar una tercera vía que hoy no termina de nacer. ¿Pueden los espacios recuperar relevancia o serán definitivamente absorbido por las dos fuerzas que polarizan la escena actual?
La campaña de este año ya no gira en torno al «sí o no» al kirchnerismo, ni al «ajuste sí o no», sino a algo más complejo: quién puede garantizar gobernabilidad con sentido común y futuro. El voto de octubre será más racional que emocional. El ciudadano ya vio el experimento y quiere ver resultados, pero también teme volver atrás.
Los próximos meses serán decisivos. Lo que está en juego no es solo el equilibrio de fuerzas en el Congreso: es el modelo de país que se empieza a escribir después de este terremoto político llamado Milei. Y, como siempre en la Argentina, el peronismo con todos sus defectos sigue siendo la única fuerza con músculo real capaz de disputarle calle, narrativa y estructura al oficialismo.
Octubre no definirá todo, pero marcará el pulso de lo que viene. Y esta vez, el electorado parece estar más despierto que nunca.
